viernes, 26 de julio de 2013

CALMA CHICHA


En esta tarde blanca de verano
No hay niños en las calles ni en las plazas,
Todo es quietud y calma...

Sitio residencial del extrarradio...
La gente se adormece,
La vida se remansa. 

En esta calma chicha del verano...
 Todo es quietud y sueño
Con ritmo acompasado.

Oh tenue palpitar que me arrebolas,
Oh leve suspirar,
Tú arriba estás dormida...

De nuevo es el silencio el que me envuelve
En esta blanca tarde de verano.
Y un estremecimiento...

Oh, suspiros del sueño,
Bendito sueño que en tus brazos tienes
El sueño que me escapa.



Antonio Capilla, poema revisado de Viento del Sur, Huerga y Fierro Editores, Madrid, 2009

martes, 16 de julio de 2013

HAY QUE SOÑAR LA VIDA... PARA VIVIR EL SUEÑO

Me lo has contado en noches de vino y gloria, viejo.
Y siempre he percibido en tu recuerdo
La nostalgia de lo ido apenas evocado,
El alegre dolor tintineando en tu vaso,
Esa sangre de historia bebida de tus labios.

A pesar de esta nieve que ya puebla mi barba,
Musitabas sin prisa
Enlazando en la mía tu mirada,
Conservo en el cuaderno
De mi existencia larga
La imperturbable imagen de aquel niño emigrado
Y venido del sur.
Yo tengo en mi cuaderno
La imagen de la casa
De mi primera infancia
Ubicada en mi pueblo
Que es un pueblo andaluz.
Epifanía en las páginas
De una infancia truncada...
Después viene la noche que me pintó mi madre,
Noche cruda de enero
Y sin embargo amable;
Noche de fantasía
Magnífica, mágica, mítica, singular...
Porque yo vine al mundo cuando el aire enfriaba
De mi casa los muros,
Y tocando los nimbos con sus manos de brujo
Convirtió sus gotitas en los copos más puros
De la nieve más fina.

Y esa noche embrujada, Cantillana querida,
El invierno extendió en tus plazas y calles
Y en tus montes y campos
Tanta nieve del cielo
Como nunca pensaste.
Y tus gentes gozaron
Con la nieve de ensueño
De un invierno de encanto.
De un invierno de cuento,

Hoy, que es noche de enero,
Me parece estar viendo
De madera la cuna
Tiritando de frío,
Y en aquel dormitorio
En el sueño de un niño
Pesadillas nocturnas
Con fantasmas y monstruos,
Y una madre de azúcar
Musitando palabras
Y oraciones balsámicas
Al chiquillo en la cuna.

Luego en tu juventud,
Como antaño los druidas
Con sus manos divinas
Y sus ojos de luz,
Has sabido tener
El poder inmanente
De imaginar tus sueños...

Y en tus luchas y afanes contra los hechiceros
Conseguiste ahuyentar
Esos sueños maléficos
Que tus noches poblaron.
Así que, viejo, ya nadie podrá suprimir
Este ungüento feliz
Que te alivia la herida de la humana existencia.

Con tu mágico hallazgo
Yo te vi tan contento
Que grabé en mi memoria
Las palabras salvíficas
Que me llegan de nuevo
Y que pongo en tus labios:

“ Hay que soñar la vida para vivir el sueño
Y hay que soñar el sueño... Para vivir la vida.”

Luego al fin proseguías,
Tu mirada en la mía:
¡Cuántas bellas imágenes
Mi cuaderno ilustrando!...

Al llegar a Madrid aún recuerdo
Su grandioso paisaje
De ladrillo y asfalto,
Esa faja de nieve
Que tu mente dibuja
Con un blanco de luna
En armiños de ensueño,
Aquel niño aterido
Con abrigo de enero
Y zapatos de frío...

Imaginaos en fin
El suelo de Madrid
Cubierto de esa nieve
Que yo no conocía
Como harina muy fina
De trigo candeal,
Y la ciudad la artesa
Para amasar el pan
Bregado de la vida.

Porque esto fue quizás
Metáfora y presagio
De lo que fue mi hallazgo
De lo que fue mi encuentro:
El sueño de un pan mágico
Que yo creí soñar,
El pan de un sueño extraño
Que se hizo realidad.

Y es que yo sigo el rumbo
Al menos de una idea
De la que tú también
Puedes estar seguro,
Puedes estar contento:

“Hay que vivir el sueño para soñar la vida.

Y hay que soñar la vida... Para vivir el sueño.”


Antonio Capilla, poema en EL FUEGO EN LA PALABRA, Huerga y Fierro Editores, Madrid, 2009

martes, 2 de julio de 2013

Un poema de EL ÁGUILA DE FUEGO CON LAS ALAS DEL TIEMPO


LA ESCOBA 


Eres hilo del tiempo tan delgada 
En manos que te abrazan firmemente,
Y eres fuerza del justo y su llamada
En contra del corrupto impenitente.

Eres fuego que arrasa, llamarada
De pureza en el lodo del ambiente,
Rectitud en la mano acrisolada
Del hombre que es íntegro y valiente.

En el mundo eres fuerza que va y viene
En tu afán de limpiar de toda huella
El detrito que el guante blanco tiene.

Doncella, eres el arco verdadero
De la mente más noble que sostiene
De la palabra el dardo justiciero.


Antonio Capilla, EL ÁGUILA DE FUEGO CON LAS ALAS DEL TIEMPO, Huerga y Fierro Editores, Madrid, 2013