Nos dice Galeano que la utopía es como la línea del horizonte: damos tres pasos adelante con el noble afán de alcanzarla y ella avanza tres pasos también; cuanto más empeño ponemos en llegar a ella, más parece alejarse de nosotros. Entonces, para qué sirve la utopía, le preguntan a Galeano. Y éste reaponde: Para seguir avanzando.
Sí, amigos y amigas, siempre avanzando hacia el ideal soñado es la mejor manera de sentirnos vivos y partícipes de nuestra naturaleza humana en el plano más elevado de ella.
Así, pues, le canto a la utopía en este poema que nació antes de que nos involucraran nada más y nada menos que en la guerra de Irak, a pesar de nuestro rechazo expresado en multitudinarias manifestaciones. Y ya sabemos que de una tropelía nacen otras.
EN PRO DE LA IGUALDAD
En pro de la igualdad
tu mano con la mía
en la mirada el cielo
en el pecho una herida.
Vente conmigo, hermano,
la senda tiene espinas
quitemos los abrojos
lleguemos a la cita.
En pro de la igualdad
la flor es más bonita
el hombre se hace hombre
el viento se hace brisa.
Se rompen las cadenas
la patria se hace chica
no hay rueda que más ruede
como la Historia misma.
¡Y al alimón
para el que tenga pena
que no la tengo yo!
En pro de la igualdad
la lucha es alegría
el mar es una balsa
el tiempo es una chispa.
Hermano, si me buscas
comienza tu partida
no vivas en la noche
se ve mejor de día.
En pro de la igualdad
la Tierra es una mina
para el trabajador,
tu y yo en la misma orilla...
Y el corazón al viento
que allá en la lejanía
lozana está esperando
del hombre la utopía.
¡Y al alimón
para el que aquí se quede
que no me quedo yo!
Toma una caracola
con las brisas marinas
con el sol del verano
y el agua cristalina.
Dame a cambio los frutos
de la huerta que habitas
la escarcha que la viste
y el cielo en las pupilas.
La inocencia en tu carne
el mundo en mi retina
codo a codo en un plano
que la flor se marchita.
Y ahora ven, compañero,
a ser libre, camina
con un canto en los labios:
Igualdad tuya y mía.
¡Y al alimón
para el que tenga pena
que no la tengo yo!
Antonio Capilla, en Y EL CORAZÓN AL VIENTO, Pozuelo de Alarcón, 1991
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