sábado, 6 de agosto de 2016

CERCA DE SIERRA MORENA

Imaginación,
viaje a la velocidad del deseo,    
¡cuántas veces te pintas del recuerdo!

CERCA DE SIERRA MORENA

Cerca de Sierra Morena
mi pueblo es blanco y alegre
como ha de ser de mi tierra
todo pueblo que se precie.

En el centro hay una plaza.
Y en la plaza, las farolas
alumbran las noches todas
al caminante que pasa.

Tiene una iglesia mi pueblo
hecha de miel y canela
donde una Virgen de ensueño
asunta al cielo se eleva.

Y una cárcel que aún recuerdo.
Camino abajo... la escuela.
Escuela cárcel, silencio,
donde los chiquillos tiemblan.

Por mi pueblo pasa un río
que de mi tierra es bandera
y otro pequeño y chiquito
que en mi corazón alienta.

Y junto al río... sus riberas,
soñados senderos verdes
donde mi infancia se pierde
entre los juncos y gredas.

En mi pueblo ves las casas
enjalbegadas por fuera,
enormes copos del alba
donde la nieve no nieva.

Y en sus calles las señoras
de hamacas en las aceras
huelen a jazmín y a rosas,
a azahar y a hierbabuena.

Recuerdos de aquel chiquillo
que en su lejanía tan larga
a su dulce tierra han ido
por los albores del alba.

Oh, tierno cantar que subes
de sus tierras, de sus aguas
y enamorado te hundes
en su alma enamorada.

Profundo canto que embruja
de sus gentes, de sus casas,
y para siempre se anuda
a mi Andalucía del alma.

El mundo en fin de aquel niño
que, por recordar su infancia,
en su entraña ha renacido
con anhelos y esperanzas.

Antonio Capilla, en VIENTO DEL SUR, Huerga y Fierro Editores, Madrid, 2009

jueves, 4 de agosto de 2016

POR MATAR UN MOSQUITO

Érase una vez un hombre justo que había declarado la guerra a los cazadores furtivos de elefantes, los cuales se ensañaban con estos nobles animales y les arrancaban sus colmillos sin que ni siquiera esperasen a que previamente hubieran expirado como consecuencia del fuego de sus fusiles.

A pesar de todo, los criminales a los que nos referimos tenían muchos compinches que se lucraban con el contrabando del marfil y no estaban dispuestos a tolerar que nadie por honesto y justo que fuese pusiera en riesgo tan rentable negocio.

Así que sometieron a nuestro hombre a una vigilancia rigurosa con el fin de sorprenderlo en algo que pudiese pasar por ilícito y poder desacreditarlo de esta forma. Pensaban, pues, que con este método neutralizarían la fuerza de su lucha que cada vez encontraba más apoyos y resultaba más eficaz.

No escatimaron para ello todos los medios a su alcance, de suerte que se turnaban para vigilar a nuestro hombre noche y día. Y ya desesperaban con no encontrar nada que lo comprometiese cuando vieron que en un acto reflejo nuestro protagonista mató de un manotazo a un mosquito que le había picado en la mejilla. Ni que decir hay que el tortazo que el pobre se propinó fue sonoro.

Pero lo peor de lo peor resultó ser que el dicho tortazo además de sonoro fue sonado porque sus enemigos desataron entonces una campaña contra él en la que lo llamaron asesino de mosquitos, crimen horrendo contra la vida misma que debía inhabilitarlo para siempre como paladín de los nobles elefantes y luchador incansable contra los delincuentes.

Y, colorÍn colorado a los que entenderlo quieran que este cuento no ha acabado.

Antonio Capilla Loma,  Pozuelo de Alarcón,  31-7-2016